La librería musical

Probablemente, una de las cosas sobre las que más me he quejado en Twitter durante los últimos años, es el hecho de que los servicios de streaming de música pongan un límite artificial al número de canciones que puedes guardar en tu cuenta. No me refiero al número de canciones que puedes tener descargadas simultáneamente en tus dispositivos, si no a cuántas puedes añadir a tu librería. En el caso de Spotify son 10.000 canciones, y en Apple Music 100.000. En Spotify podrías ampliar esa cantidad guardando discos en playlists distintas – ya que el límite aplica a cada lista individual, siendo Tu Biblioteca una lista más a nivel fundamental – pero esto es trasladar al usuario un problema que es del servicio. Hay gente que opina que 10.000 es un número suficientemente grande, pero para mí, lo ilógico es que haya un límite, sea cual sea. Al final, acabarás alcanzando ese límite, es cuestión de tiempo.

Y es que, si puedo almacenar todas mis fotos, para siempre, sin preocuparme prácticamente del espacio, ¿por qué tengo que preocuparme de cuántas canciones me he guardado? El caso de las fotos es mucho más complejo a nivel técnico, al tratarse de archivos de varios megabytes que hay que subir a la nube y sincronizar entre dispositivos. En el caso de la música en streaming, lo que el usuario se guarda en su cuenta deberían ser solo enlaces a un contenido al que se accede remotamente. Entonces, ¿cuál es el problema? No tengo datos técnicos para saber el contexto tecnológico que hay detrás de una restricción así, pero lo que sí se sabe es que según Spotify, esto es un problema que afecta a menos del 1% de los usuarios. Es un porcentaje muy pequeño, pero los foros de soporte acumulan cientos y cientos de comentarios sobre el tema, hay 500 páginas de quejas. Está claro que son usuarios muy vocales y que han invertido mucho tiempo en curar una selección de discos. ¿Es relevante que sea menos de un 1% de los usuarios? Sí y no. La cantidad de usuarios a los que afecta un problema es punto de partida válido para decidir si dedicar esfuerzo o no, pero también hay que tener en cuenta quiénes son esos usuarios. En el diseño de productos y servicios, es normal diseñar para la mayoría si lo que quieres es adopción masiva. Sin embargo, nunca hay que olvidar a los power users, son en muchos casos los que dan más beneficio y los más fieles – ya que pueden desarrollar una relación más profunda. En el caso de la música, los power users son además, los melómanos, los prescriptores.

Más allá de la posible herencia tecnológica o los criterios para atacar un problema o no, hay algo más que me hace preguntarme si no hay una falta de visión de las empresas de streaming actuales: las música es un poderoso generador de nostalgia. Las canciones momentos de nuestra vida. Hay discos a los que volvemos una y otra vez, que consideramos que forman parte de nosotros. Hay discos que escuchamos durante etapas cortas y por algún motivo olvidamos, hasta que quizás más adelante por azar vuelven a aparecer. No hay aún un algoritmo de recomendación que sea capaz de abstraer por qué un disco se vuelve importante y después deja de serlo, o que sea capaz de entender el efecto tan poderoso que puede provocar volver a esas canciones que escuchaste en un momento determinado de tu vida, pero hay servicios como Google Photos que llevan años trabajando en la relación emocional con los recuerdos con bastante éxito. La música no es sólo descomponer los elementos que hacen que una canción sea como es – como el tempo, los instrumentos, etc. – o buscar las canciones que escuchan personas con gustos similares a los tuyos. Porque la música cobra más valor cuando nosotros la llenamos de sentido, si nos centramos sólo en los aspectos estéticos de ésta, nos acercamos más y más a la idea de que las playlist automáticas son el nuevo hilo musical: una forma más frívola de consumir música donde ya ni me preocupo de qué escuchar.

Y no digo que facilitar el descubrimiento no sea importante, al contrario. Pero si los servicios no potencian esa conexión emocional con la música – especialmente esa que, como una cápsula del tiempo, espera a que vuelvas a descubrirla – en mi opinión se están pegando un tiro en el pie. Están devaluando su propio producto y poniendo una fecha límite en la que los usuarios más entusiastas se acabarán yendo de sus plataformas. El mismo día en que alcancen el límite de discos que se pueden guardar.