El otro día fue noticia que en varias ciudades del mundo hubo protestas de artistas frente a la oficinas de Spotify. No parecen haber sido unas protestas multitudinarias, pero es un hecho significativo que muestra que hay un descontento palpable en el sector. Especialmente entre artistas medianos que a nivel de proyecto funcionan y tienen un público fiel, que pueden meter miles de personas en un concierto, con canciones que superan el millón de escuchas en Spotify, pero después perciben una cantidad irrisoria de dicha plataforma. Existe una sensación general de que se vive una continua crisis del sector, que además sobrevive con cero inversión pública, y se ve al streaming como una de las causas de esta crisis. Y es que es verdad que viendo las cifras, es evidente que la industria musical ha estado cayendo durante toda la primera década de los 2000, pasado de facturar 25.000 millones de dólares en 1999, a facturar 14.000 millones de dólares en 2010. Después, los siguientes 5 primeros años de los 2010 los ingresos se estancaron, para comenzar a crecer de nuevo y alcanzar los 21.000 millones en 2019. No se ha recuperado el brío que tenía en los 90 con el auge del CD, pero se está recuperado bastante, a niveles de 2003, y gran parte de los ingresos que antes venían de la venta de discos físicos, ahora vienen del streaming, que irónicamente, es el responsable de que esté mejorando la situación ya que tanto el beneficio por ventas físicas sigue cayendo, como el de las descargas digitales. Básicamente, el negocio crece, porque crece el streaming.
Ahora, sobre esto, un par de consideraciones. La primera es que incluso suponiendo que la industria se esté recuperado gradualmente, no se puede asumir que por ello, los músicos estén ganando más. De hecho algunos dicen que sólo el 12% del dinero que se genera llega realmente a los artistas.
La segunda consideración es que quizá la industria de la música nunca pueda volver a unos niveles de ingresos como existían con el CD. Ahí se alcanzó un nivel de ingresos histórico gracias a un alto volumen de ventas, un alto precio de venta, y coste de fabricación muy bajo. Gracias a esos factores, la industria tenía un poder enorme en aquella época. Pero la llegada de las grabadoras de CD, y posteriormente el MP3 e internet, inició un proceso de devaluación de la música que acabó generando esa crisis en la industria de la que hablábamos antes.
Estos días, las quejas en torno a Spotify se resumen en dos. Una es la falta de transparencia, y la otra, la principal, es lo poco que se paga a los artistas.
Sobre la transparencia soy escéptico por la naturaleza misma de este tipo de empresas. Siempre pueden trabajar en parecer más transparentes pero al final, lo más importante para mí es entender que Spotify no trabaja para los artistas. Spotify trabaja para Spotify, y su principal cliente es la industria, no los artistas. Los artistas son la mano de obra en esta ecuación. Los motivos por los que esto es así daría para otro artículo, pero en resumen, son económicos, ideológicos y funcionales. Tiene mucho que ver con el modelo de negocio, y es que cuando los beneficios vienen de un pastel que es muy limitado, Spotify no quiere que cualquiera pueda acceder a ese pastel y, usando malas tácticas, consiga hacerse con un buen pedazo, ya que eso reduciría la cantidad que perciben los grandes artistas. Por eso, la industria es realmente el gatekeeper, es quien dice quién puede entrar en el juego. Es el gran cliente y el gran proveedor en la ecuación. Por eso, los esfuerzos de transparencia siempre serán más para satisfacer a la industria, no a los artistas. Y aún así, Spotify es una empresa privada que mirará siempre por su supervivencia y maquillará las cuentas y la información como necesite en todo momento. Y como decía, los artistas están abajo en la escala de prioridades de la compañía.
Sobre que los artistas perciben muy poco, una propuesta que he visto comentada por ahí repetidas veces para solucionar ambas cosas es fijar un precio fijo por escucha. Cosa imposible a priori ya que las empresas tipo Spotify funcionan como gestoras de derechos de autor. Recaudan dinero de las subscripciones y la publicidad, si la tienen, y después se reparte esa bolsa de dinero usando unos parámetros establecidos. Se tiene en cuenta si la canción se ha escuchado entera o parcialmente, el país donde se escucha, el número de suscriptores de pago en ese país, etc. Por eso, no es posible poner un precio fijo, ya que ese precio es variable, y solemos hablar de precio medio por escucha, por año. Así, al final, lo que se genere dependerá de la capacidad de la empresa de streaming de recaudar dinero. Es sabido que entre Spotify, Apple Music y Tidal, la primera paga menos por escucha, pero a la vez, es la única que ofrece cuentas gratuitas, mediante la mencionada publicidad.
Se escuchan también propuestas a que haya un modelo más directo de forma que la suscripción de cada oyente sea la que se divide por los artistas que escucha, de forma que si una persona escucha solo unos pocos artistas, todo el dinero de su subscription vaya a esos artistas. Suena interesante a priori, aunque habría por ver qué resultados tendría en la práctica.
Por otro lado, lo que los artistas perciben también depende de los acuerdos que tengan con sus intermediarios. Lo normal es que lo que finalmente perciben los artistas sea aún mucho menos de lo que se genere. De la misma forma que antes los artistas se llevaban en general en torno a un 3% de lo que se generaba de la venta de CDs, los artistas suelen tener en su contrato discográfico un porcentaje acordado de reparto de las ganancias de distribución digital. Aunque un problema muy común es que los propios artistas no sean muy conscientes de este acuerdo, o que los contratos, por ser anteriores al streaming, no lo dejen claro y las discográficas se hayan aprovechado de la confusión.
Ahora, teniendo en cuenta que los ingresos del streaming funcionan más o menos como he contado, sólo veo dos opciones para que los artistas perciban más dinero. La primera es que suba más la recaudación, cobrando subscripciones más altas o subiendo mucho el número de oyentes que pagan. Para mí, cobrar más por la suscripción no es a priori muy descabellado. El otro día Victor Cabezuelo, decía en twitter que la gente paga por un solo servicio de streaming musical porque prácticamente, todos tienen todo, cosa que no es así con Netflix, Amazon Prime Video, etc. De hecho es muy común que la gente pague por varios servicios de streaming de video. Y Netflix ha ido subiendo su coste mensual y no ha pasado nada. Ahora, el problema es que de momento, el streaming musical es un negocio que sobrevive a base de inversión. Spotify aún gasta más que ingresa, y luego tenemos jugadores como Apple o Amazon que no necesitan rentabilizar mucho el servicio, ya que ganan dinero de otras formas, y para ellos el streaming musical es un servicio digital más con el objetivo de mantener a los usuarios en su ecosistema. Es cuestión de tiempo que el sector entre en su etapa de madurez, las empresas de streaming quieran consolidar sus cuentas y comenzar generar ganancias para sus stakeholders. Aún así, tampoco creo que subir el coste de la suscripción sea la solución definitiva. Ahora mismo el foco de Spotify es conseguir más usuarios Premium, y por un lado hay grupos que opinan que no debería haber cuentas gratuitas porque esos usuarios generan menos ganancias. Por otro, Spotify prefiere, de momento, mantener a esos usuarios que no pagan en su plataforma antes de que se vayan a otros lugares como Youtube.
La segunda opción para que los artistas cobren más es, obviamente, que tengan mejores acuerdos con sus intermediarios. Al final,el negocio de la música es tremendamente complejo, donde los artistas tienen que establecer relaciones con diverso tipo de empresas que miran principalmente por su interés. Cualquier artista que no esté bien asesorado legalmente está expuesto seguir siendo víctima de una industria tremendamente hostil.
Al final, mi sensación personal es que seguimos dándonos cabezazos contra la pared, esperando que el negocio del streaming sea algo que quizá no vaya a ser nunca. Para mí, el concepto de pagar 10€ al mes siempre ha sido el acceso al fondo de catálogo, del mismo modo que cuando se vendían discos, no costaba lo mismo un lanzamiento que un disco que tiene unos años. Quizá habría que cambiar la mentalidad y entender que la música ha de monetizarse de formas diferentes en momentos diferentes. Tenemos ejemplos en otras industrias, como el cine, donde primero se estrena en salas, después pasa a plataformas de venta y alquiler, en formato físico y digital, y después van pasando a streaming.
Tenemos más ejemplos interesante en internet, donde hay creadores de contenidos a patadas ganándose la vida bastante dignamente. El problema de tomar como inspiración este tipo de proyectos es que implica una nueva forma de trabajar. Hace unos meses, el CEO de Spotify, afirmó en unas declaraciones que levantaron ampollas entre muchos artistas, que ya no es factible sacar un disco cada varios años y vivir de ello. Entiendo que sus palabras sentaran mal, porque se le ve a él como uno de los responsable directos la mencionada crisis. Sin embargo, la realidad es que en un mundo en que lo que se gana por escucha lo marca el dinero que una empresa como Spotify es capaz de recaudar, los artistas están a la merced de factores externos que no trabajan para ellos si no por intereses puramente capitalistas y especulativos. Más aún si tenemos en cuenta la aparición de algoritmos que determinan si tu música se va a incluir en listas de distribución o no, o si tu vídeo aparecerá recomendado en Youtube. Diversificar la forma en que se monetiza la música dependiendo del momento en que se encuentre de su ciclo de promoción me sigue pareciendo la clave. Sin embargo, más allá de eso, no me parece nada descabellado pensar que un modelo tipo Patreon, donde tus seguidores más fieles paguen una pequeña cantidad mensual a cambio de un contenido más regular – que no tiene por qué ser necesariamente canciones nuevas con calidad de estudio – podría ser una opción tremendamente razonable. Lo que está claro es que tal y como están las cosas, vivir de Spotify es una realidad sólo al alcance de unos pocos, y Spotify no va a cambiar si no cambian las formas en que los artistas buscan monetizar su obra.
Actualización: No han pasado ni 12 horas desde que publiqué esta entrada, y Spotify ha lanzado una página para intentar atajar la percepción de falta de transparencia y claridad. La página comenta varios de los temas del artículo, de una forma sencilla y concisa, y en mi opinión, creo que hace un buen trabajo en general tratando de evitar la autocomplacencia, aunque claramente se centra en una perspectiva optimista y es fácil quedarse con las cifras que confirman esa visión. Habla de cómo se calcula el precio por reproducción y justifica por qué esa medida no es tan importante ahora. Hay bastantes estadísticas que personalmente no creo que estén suficientemente puestas en contexto con otras cifras relevantes, tan solo parecen decir que todo va a mejor. También habla de la problemática de subir el precio de la suscripción, y cómo está en esa fina línea en que quiere persuadir de pagar a gente que de otro modo piratearía la música, pero que es algo que han hecho y lo harán en base a la situación local cuando tenga sentido. También confirma indirectamente que necesitan que la industria esté de acuerdo en pasar a un modelo centrado en los artistas, y afirma, ojo, que aunque lo hicieran, un nuevo estudio en Francia demuestra que la diferencia en los beneficios que se percibiría si se pasara a un modelo de pago directo sería de unos euros más al año.