En 2021 publiqué un artículo sobre el modelo de negocio de Spotify. Estaba habiendo bastante revuelo online (e incluso alguna pequeña protesta frente a sus oficinas en varios lugares del mundo) por el poco dinero que los artistas percibían del servicio. Cito:
Sólo veo dos opciones para que los artistas perciban más dinero. La primera es que suba más la recaudación, cobrando subscripciones más altas o subiendo mucho el número de oyentes que pagan. […] Es cuestión de tiempo que el sector entre en su etapa de madurez, las empresas de streaming consoliden sus cuentas y comiencen a generar ganancias. […] La segunda opción para que los artistas cobren más es, obviamente, que tengan mejores acuerdos con sus intermediarios, en los casos en que éste sea realmente el problema.
El año pasado, la compañía tuvo que sanear sus cuentas, no por el esperado «momento de madurez» que comentaba, si no por una crisis económica internacional que ha afectado gravemente a toda la industria tecnológica que tira de financiación para seguir operando y expandiéndose, como es el caso.
La primera medida fue subir los precios, $1 en el caso de las cuentas individuales y $2 en el de las cuentas familiares. Posteriormente despidieron al 17% de la plantilla. Además, están cambiando su estrategia en torno a los podcasts, y aunque no se ha dicho abiertamente, el rumor en el sector es que apunta a una reducción de inversión. no renovarán dos de sus podcasts más reputados. Queda por ver si renovarán el contrato con Joe Rogan, que según The New York Times, ascendía al menos a 200 millones de dólares.
Lo que no esperábamos en medio de todo esto, es que anunciaran una nueva forma de distribuir ganancias entre los artistas:
The Issue: Payments Lost in the System Today, Spotify hosts well over 100 million tracks. Tens of millions of them have been streamed between 1 and 1,000 times over the past year and, on average, those tracks generated $0.03 per month. Because labels and distributors require a minimum amount to withdraw (usually $2-$50 per withdrawal), and banks charge a fee for the transaction (usually $1-$20 per withdrawal), this money often doesn’t reach the uploaders. And these small payments are often forgotten about. But in aggregate, these small disregarded payments have added up to $40 million per year, which could instead increase the payments to artists who are most dependent on streaming revenue. How We’re Addressing It: Track Monetization Eligibility Starting in early 2024, tracks must have reached at least 1,000 streams in the previous 12 months in order to generate recorded royalties. Spotify will not make additional money under this model. There is no change to the size of the music royalty pool being paid out to rights holders from Spotify; we will simply use the tens of millions of dollars annually to increase the payments to all eligible tracks, rather than spreading it out into $0.03 payments.
Como era de esperar, la medida no ha sido popular. Spotify ha intentado quitarle peso. Tom Connaughton, director general de Spotify UK dijo: «El 99,5 % de todas las pistas que se transmiten en Spotify todavía se monetizarán, un porcentaje muy pequeño de las pistas se verá afectada por estos cambios». Sin embargo, Musicradar dice que no les salen la cuentas, ya que según ellos más de 2/3 del catálogo de Spotify no llegaría a cumplir con ese baremo.
Uno de los problemas que comentaba en mi post de 2019 sigue existiendo: la falta de transparencia ante los motivos para una medida como esta es tremenda. Es difícil saber si el problema es real o exagerado, pero cuesta no sospechar de una medida cuando el principal beneficiado son las grandes discográficas, que verán aumentados considerablemente sus ingresos.
Críticas aparte, el supuesto problema de los fraudes en Spotify me recuerda mucho a lo que pasó en España con la SGAE y la rueda. Así en resumen, durante quince años, varias cadenas de televisión se beneficiaron de un vacío legal que les permitía ganar muchísimo dinero en forma de derechos de autor, mediante la emisión de música en directo constante durante las noches en programas que no veía nadie. Música de la que, a través de intermediarios, poseían los derechos. A veces, eran canciones de dominio público, modificadas imperceptiblemente. Como en la SGAE, el número de votos que cada artista tiene a la hora de tomar decisiones depende de cuántos derechos generas, la rueda acabó tomando el control de la entidad. Como la rueda se estaba quedando con una gran parte del pastel a repartir, los artistas legítimos comenzaron a notar una reducción considerable en lo que percibían. Las quejas de los artistas, que comenzaron a abandonar la entidad, las voces clamando por fundar una nueva sociedad que pudiera doblegar la corrupción, y las tensiones con los socios internacionales de la SGAE y los organismos reguladores, acabaron por poner fin a la rueda. ¿Cómo lo hicieron? Añadieron el número de espectadores y la inversión publicitaria como baremos a la hora de hacer el reparto. El tema aún sigue en los tribunales por algunos motivos, pero parece que ya son los coletazos finales del asunto.
Volviendo al tema, el cambio que ha introducido Spotify en el reparto me recuerda a cómo funciona YouTube. En la plataforma de vídeo, para poder monetizar tu canal hay que llegar a unos mínimos de suscriptores de entre 500 y 1000, y un número de horas reproducidas dependiendo de varios criterios. A priori suena similar a lo que hace Spotify pero, por motivos distintos, ya que en YouTube, la monetización es algo que ha surgido como una evolución lógica de la creación de contenidos, y aunque es algo tremendamente importante hoy en día para Youtube como marca, fundamentalmente sigue siendo una plataforma de uso general donde cualquiera puede subir un vídeo, sin intermediarios (al contrario que Spotify) y se comparten vídeos de todo tipo donde la mayoría no son monetizables. Por otro lado, el reparto de beneficios en la plataforma hasta ahora ha estado directamente relacionado con lo que genera un creador de contenido en sus vídeos mediante Adwords. Es decir, YouTube gana dinero incrustando anuncios, y esos ingresos se reparten entre YouTube y el creador del vídeo. Cuantas más vistas de vídeos, más dinero ganan ambos.
Digo hasta ahora porque, tras una reducción de beneficios continuada desde finales de 2022 debido a una reducción en el rendimiento de la publicidad online que está afectando a todo el sector, las cosas están cambiando. Una consecuencia indirecta es que Alphabet, su empresa madre –una empresa que, recordemos, vive de la publicidad– despidió a 12.000 trabajadores, y hoy mismo ha anunciado que ha despedido a otros 1.000. Otra consecuencia más directa es que YouTube está poniendo mucho empeño en que los usuarios se pasen a Premium, su suscripción de 12€ mensuales que elimina los anuncios de los vídeos. Para conseguirlo, han aumentado considerablemente el número de anuncios y la duración de estos, y también han comenzado a bloquear la reproducción de vídeos a usuarios que tengan algún tipo de bloqueador de anuncios, lo cual también ha despertado una gran polémica y se comenta que podría ser ilegal en Europa.
El efecto que el foco en las suscripciones podría tener en las ganancias que consiguen los creadores de contenidos en la plataforma está por ver. Desde luego, es un cambio de actitud en una compañía que siempre ha primado la publicidad ante todo. De momento, los creadores dicen que ganan mucho más por los usuarios Premium que por los anuncios, hasta 8 veces más. También es verdad que con ma publicidad en tendencia a la baja, es más fácil que esto sea así.
No sé cuál es el cómputo en Spotify de lo que generan las reproducciones de cuentas gratuitas vs Premium, pero sí tengo el dato del ARPU–Beneficio medio por usuario– y según este estudio de Goodwater de 2017, es unas 10 veces mayor en usuarios Premium lo que suena parecido.
En cualquier caso, si compramos ambas plataformas, el ambiente en torno a los creadores es bastante distinto. Quizás porque YouTube creó un negocio de la nada, mientras Spotify canibalizó otro que, si bien estaba en decadencia, fue culpa de las avaricia de las discográficas, de un sector que no invirtió lo suficiente en innovación, y el declive del CD como formato. Algunos dirían que el streaming salvó el negocio discográfico, otros quizás que se Spotify se aprovechó de la situación.
Por concluir, la sensación en Spotify es que los artistas cada día tienen menos que decir, y son los que pagan el precio de los problemas de internos de la compañía. Está claro que la gestión de contenidos es uno de los principales retos a los que se enfrenta cualquier plataforma, incluso para alguien como Spotify que relega a terceras partes esa capacidad –que al respecto de esto, también han anunciado en el post que compartí antes que van a penalizar a las empresas que suban música fraudulenta a la plataforma. Sin embargo, desmonetizar el 50% de tus contenidos unilateralmente y culpar a malos agentes externos suena demasiado radical.
Como usuario, es innegable que la situación actual de acceder a «toda la música por 10€» es conveniente, pero no parece una situación sostenible a la larga. Y si el desencanto con Spotify sigue creciendo, los artistas pequeños y medianos acabarán por abandonar la plataforma, lo que forzaría a los usuarios a consumir parte de su música en otros sitios. Si esto llega a ocurrir, la piratería aumentaría, como ya está ocurriendo en el streaming de vídeo por la subida de precios generalizada de las plataformas tipo Netflix, Disney, etc.; pero seguramente también subirían las ventas en plataformas digitales como Bandcamp, lo que sería positivo en general para la economía musical ya que Bandcamp es mucho más rentable para los artistas. Solo espero que Bandcamp sobreviva tiempo suficiente, porque, aunque están ahora mismo en cuidados intensivos, si se aguantan podrían acabar siendo los salvadores de una industria sumergida gigante llena de pequeños y preciosos proyectos. Soñar es gratis.